El emperador Kruzak levantó los ojos de la nota que acababa de leer en voz alta y miró los rostros marcados por la preocupación y el miedo. "Klom Stonecutter ha enviado esta nota desde una de nuestras minas de avanzada".
Se aclaró la garganta: "¡Esta es una situación muy grave! He recibido una nota similar de Gnomus también y todos ustedes saben que si incluso los gnomos comienzan a entrar en pánico, ¡estamos en un gran problema!" El murmullo y estruendos nerviosos llenaron la sala del trono y Kruzak tuvo que golpear el puño en la vieja mesa de madera para silenciar a sus seguidores.
"Nosotros, los dwarfs, somos una raza orgullosa e independiente", continuó "y créanme que me odio a mí mismo por inventarlo, pero es hora de buscar ayuda". Un murmullo de descontento atravesó las filas de los dwarfs mayores sentados a la mesa.
Respiró profundamente, decir esas palabras fue difícil para él.
"Tenemos que enfrentarnos a la verdad, ya había problemas graves cuando las primeras criaturas malvadas amenazaron a nuestros aliados. La Brigada Bigfoot no habría sobrevivido en el campo de batalla si no fuera por los humanos. Los enemigos a los que nos enfrentamos hoy en día han evolucionado! Nuestra situación actual es mucho peor de lo que podríamos haber imaginado. ¡Cada día, sus servidores llegan cada vez más a nuestras minas y zonas de guerra! ¡Necesitamos ayuda!
Kruzak ya se había parado mucho tiempo desde su silla y ahora estaba parado sobre ella. Desde arriba, miró hacia abajo a sus vergonzoso grupo de asesores y, una vez más, respiró hondo:
"Es eso o los que vendrán a continuación vendrán por nosotros".